Cabe un lago de múrice, como radial corona
Ágil, diestra y febrif monta y domina,
llega brusca y veloz y al viento excede;
cruza el valle, traspasa la colina,
atraviesa el raudal. ¿Pero quién puede
llegar a fuerza de premura equina
que atrás y lejos la inquietud se quede?
Cabe un lago de múrice, como radial corona,
o escudo excelso y nítido, el Sol occiduo esplende;
y por el claro piélago inflada y sesga lona
resbala, con un ósculo del astro que desciende.
El mísero casucho y la soberbia granja
ostentan igual fausto, bermejo al par que blondo;
y entre plomizas nubes aurina y crespa franja
corta de Oriente a Ocaso el curvo y zarco fondo
¡Mirífico el paisaje! Cromáticos vapores
ruedan en copos fúsiles, que un hálito desliga;
y de arrebol purpúreos los bueyes aradores
surcan los mondos predios y mugen de fatiga.
En áspera y herbosa ladera que dilata
sus pliegues en profuso y ameno desarrollo,
lanuda grey blanquea, como bullente plata
que sobre ponto glauco revela oculto escollo
En el confín las cumbres, cubiertas de celajes,
suspenden y subliman la extremidad agreste
Así en pos de una prócer las manos de los pajes
levantan y sustentan la fimbria de la veste.
El fango en la hondonada resulta pedrería;
los pájaros gorgean en tumultuario coro;
y oblicuo el trapo túrgido, el barquichuelo estría
un mar que arruga en rasos el índigo y el oro.
Pero por amplio rumbo, abajo abierto adrede,
la nave se rellena de líquido salobre
La tarde se destiñe y a la penumbra cede
y el magno dombo asume la pátina del cobre
Obscuro y vago aspecto de lira se dibuja
al Noroeste; rachas con lúgubre harmonía
llegan; y el agua es cólera que gruñe y salta y puja
y con fragor voltea nevada serranía.
Y cual humoso aroma venido por encanto
desde una catacumba que la piedad inciensa,
una melancolía de iglesia y campo santo
se añade augusta y fúnebre a la borrasca intensa
Sentada en el esquife, y con sayal de luto,
y sueltos en dos alas convulsas los cabellos,
y al firmamento el rostro, ya cárdeno y enjuto,
la joven ve apagarse los últimos destellos
Y en su ánimo y su orgullo, que de temblar la eximen,
se forja en la catástrofe patrañas prodigiosas:
figúrase que reina en el horror de un crimen
tan grande, que perturba el orden de las cosas
Rabia y estruendo y caos Ni un plácido reflejo
Ni rútilos encajes, ni sábanas carmíneas
Hostil y enorme cúpula, como de bronce viejo,
arquea, parda y próxima, sus implacables líneas!
Hora siniestra y larga, fatídica y suprema!
El bote combatido e hidrópico se hunde;
y cual de miedo loca, la vela en jiras trema
en las silbantes ráfagas; y la tiniebla cunde.
¡Ola que airada y túmida y resonante meces
en tus agruras íntimas el trágico despojo:
ten lástima y resérvalo al hambre de los peces,
o recogido y grávido publicará un sonrojo!
llega brusca y veloz y al viento excede;
cruza el valle, traspasa la colina,
atraviesa el raudal. ¿Pero quién puede
llegar a fuerza de premura equina
que atrás y lejos la inquietud se quede?
Cabe un lago de múrice, como radial corona,
o escudo excelso y nítido, el Sol occiduo esplende;
y por el claro piélago inflada y sesga lona
resbala, con un ósculo del astro que desciende.
El mísero casucho y la soberbia granja
ostentan igual fausto, bermejo al par que blondo;
y entre plomizas nubes aurina y crespa franja
corta de Oriente a Ocaso el curvo y zarco fondo
¡Mirífico el paisaje! Cromáticos vapores
ruedan en copos fúsiles, que un hálito desliga;
y de arrebol purpúreos los bueyes aradores
surcan los mondos predios y mugen de fatiga.
En áspera y herbosa ladera que dilata
sus pliegues en profuso y ameno desarrollo,
lanuda grey blanquea, como bullente plata
que sobre ponto glauco revela oculto escollo
En el confín las cumbres, cubiertas de celajes,
suspenden y subliman la extremidad agreste
Así en pos de una prócer las manos de los pajes
levantan y sustentan la fimbria de la veste.
El fango en la hondonada resulta pedrería;
los pájaros gorgean en tumultuario coro;
y oblicuo el trapo túrgido, el barquichuelo estría
un mar que arruga en rasos el índigo y el oro.
Pero por amplio rumbo, abajo abierto adrede,
la nave se rellena de líquido salobre
La tarde se destiñe y a la penumbra cede
y el magno dombo asume la pátina del cobre
Obscuro y vago aspecto de lira se dibuja
al Noroeste; rachas con lúgubre harmonía
llegan; y el agua es cólera que gruñe y salta y puja
y con fragor voltea nevada serranía.
Y cual humoso aroma venido por encanto
desde una catacumba que la piedad inciensa,
una melancolía de iglesia y campo santo
se añade augusta y fúnebre a la borrasca intensa
Sentada en el esquife, y con sayal de luto,
y sueltos en dos alas convulsas los cabellos,
y al firmamento el rostro, ya cárdeno y enjuto,
la joven ve apagarse los últimos destellos
Y en su ánimo y su orgullo, que de temblar la eximen,
se forja en la catástrofe patrañas prodigiosas:
figúrase que reina en el horror de un crimen
tan grande, que perturba el orden de las cosas
Rabia y estruendo y caos Ni un plácido reflejo
Ni rútilos encajes, ni sábanas carmíneas
Hostil y enorme cúpula, como de bronce viejo,
arquea, parda y próxima, sus implacables líneas!
Hora siniestra y larga, fatídica y suprema!
El bote combatido e hidrópico se hunde;
y cual de miedo loca, la vela en jiras trema
en las silbantes ráfagas; y la tiniebla cunde.
¡Ola que airada y túmida y resonante meces
en tus agruras íntimas el trágico despojo:
ten lástima y resérvalo al hambre de los peces,
o recogido y grávido publicará un sonrojo!
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