Elocuencia Suprema

LA ODIABA con pasión, con entusiasmo
Y ¡oh, dicha de vengarme! A poco trecho,
el mar. La noche arriba ¡Y yo en acecho,
gustándola con risa y con sarcasmo!

Miréla ante el abismo. Sentí espasmo…
Ya la iba a hundir en el dantesco lecho;
hablóme el mar… se conturbó mi pecho
y me detuve con profundo pasmo!

Ante esa voz, la noche, el inaudito
silencio eterno, comprendí contrito,
cuán pequeño y fugaz es lo que existe!…

Impetréla perdón con hondo acento…
¡Ella fue blanda! Y desde aquel momento,
suyo es mi amor ligeramente triste!…
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