Idilio muerto

Qué estará haciendo esta hora
mi andina y dulce Rita de junco y capulí;
ahora que me asfixia Bizancio,
y que dormita la sangre,
como flojo cognac, dentro de mi.

Dónde estarán sus manos que en actitud contrita
planchaban en las tardes blancuras por venir;
ahora, en esta lluvia que me quita las ganas de vivir.

Qué será de su falda de franela; de sus afanes; de su andar;
de su sabor a cañas de mayo del lugar.

Ha de estarse a la puerta mirando algún celaje,
y al fin dirá temblando: '¡Qué frío hay... Jesús!'
Y llorará en las tejas un pájaro salvaje.

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