Encanto del Azahar de las Novias, El

Estaba triste y mudo el azahar
Y yo le pregunté:
«¡Salve!, dulce adorno de las novias,
Blanco enigma de la felicidad,
Presagiador de pureza en el sexo
Con aroma casto de fecundidad.
Flor de ensueño en las almas de virgen,
Gran heraldo de noches de amor
Que pareces rocío congelado,
Pedrería con vida y con olor.
Tenue prehistoria de la naranja
Que evocas místico a la cuna,
Vago nocturno de perfume,
Rayo cuajado de la luna.
¿Te quieren mucho todas las novias?
Dulces sentires te contarán».

Pero noté que perlas lloraban
Las blancas flores del azahar.
«¿Por qué sollozas, flor venturosa?
¿Por qué sollozas?», yo repetí.
«Porque no saben, al verme blanco,
Toda la pena que vive en mí.
¡Ay!, tú no sabes que yo corono
Las puras frentes de la mujer,
Y al arrancarme fieros del árbol
Yo mis ensueños no puedo ver.
Que sólo broto por ser naranja.
Y si me arrancan de mi vergel
No hay mediodía, sólo soy infancia,
Sólo contemplo mi amanecer.
Luego las novias. ¡Ay! ¡Qué tristeza!
Si tú supieras qué compasión
Me inspiran esos fantasmas vagos
A quien adorno su corazón.
Pasan los días las pobres novias
Cuando me guardan en viejo arcón.
Me besan tristes con tristes besos,
Muertos clamores de su ilusión.
Por eso lloro dulce y sentido
Toda la pena que hay en mi ser.
He visto tanto amor que se muere
Que yo seguro marchitaré…»

Estaba llorando el azahar.
Yo también sollocé.
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